Talleres debutó con triunfo en la Copa Libertadores ante un estadio Mario Kempes con más de 40 mil personas, con un holgado 1 a 0 ante un abonado al torneo como Universidad Católica de Chile, para volver a creer. Una victoria que se festeja más desde lo anímico, buscando levantar en un año que empezó con el pie izquierdo y que pretende acomodarse con estos incentivos. Y el DT Caixinha tuvo su primera alegría, en un contexto inestable y donde nadie parece tener su lugar asegurado.
Se notó desde el primer minuto la incentivación del equipo de querer revertir el momento. Apoyado por la gente, salió a ser protagonista, con mucha actitud y ganas de salir de pozo en un 2022 esquivo de alegrías. Y de esa forma, a pura convicción, esa que no tuvo en partidos anteriores, acorraló al conjunto chileno con sus argumentos: pelota por el piso, profundidad por derecha de la mano de un Matías Esquivel muy inspirado y sin dejar de presionar la pelota.
De esa forma llegó la apertura del marcador, de la mano de uno de los más resistidos: Héctor Fértoli empujó a la red un enganche de Esquivel con pase y valor agregado para el delirio de su hinchada. Todo un estado de situación con el festejo alocado y un Pedro Caixinha que busca ganarse su lugar como referente del grupo.
En la jugada siguiente Catalán casi marca de cabeza pero Pérez le ahogó el grito y en la acción siguiente Zampedri casi conecta un centro pasado que Guido Herrera no pudo contener y casi llega el empate.
De todas formas, el resultado era merecido, por enjundia y también por conceptos. Se vio otra cara distinta al flojo segundo tiempo en La Plata, a pesar de que lo mismo extrañó a Diego Valoyes y a Michael Santos.
En el complemento Girotti quedó solo en ataque pero siempre se las ingeniaba para correr y luchar, aguantando la pelota, a puro sacrificio. También creció el juego de Díaz, lejos de algunas irresponsabilidades en el torneo local. Al contrario, fue de los hombres más ofensivos, por momentos con individualidad, pero a la altura de lo que demandan los partidos internacionales.
Caixinha después resolvió cuidar lo que había conseguido: dispuso del ingreso de Oliva para ser doble cinco y plantar un 4-4-1-1, con Méndez más adelantado y ya buscando golpear con la contra, pero sin desordenarse.
Y los minutos finales se fueron consumiendo con esa tónica, con el hincha alentando y disfrutando el ser internacional y venciendo nada menos que a uno de los vitalicios de la Copa Libertadores. Tres puntos que ayudan a la ilusión pero sobre todo sirve en lo anímico, como impulso para despegar del todo en un 2022 sin tantas alegrías.