La denominada Generación Dorada del básquetbol argentino protagonizó dos décadas atrás un hito que se convirtió en símbolo, cuando el equipo dirigido por Rubén Magnano venció y le cortó un invicto de 58 partidos al renombrado ‘Dream Team’ de los Estados Unidos, con todos sus integrantes de la NBA.
Ocurrió un 4 de septiembre de 2002 en el estadio Conseco Fieldhouse de la ciudad de Indianápolis, por la sexta jornada de la Copa del Mundo de básquetbol. El seleccionado argentino cimentó su pretensión de candidato imponiéndose al quinteto local, por un histórico 87-80.
Desde los Juegos Olímpicos Barcelona 1992, USA Basketball había adoptado la decisión de incluir jugadores profesionales en las distintas competencias internacionales y prescindir de los servicios de los siempre talentosos valores universitarios.
Así, el núcleo NBA que armó los distintos equipos estadounidenses se volvió infranqueable para cualquier adversario. En algunos casos, las diferencias en el tanteador alcanzaron ribetes de escándalo.
Diez años más tarde ya no estaban Michael Jordan, Larry Bird, Earvin ‘Magic’ Johnson, Scottie Pippen, Charles Barkley, Karl Malone o David Robinson, por citar solamente algunos, pero el conjunto de George Karl continuaba siendo el máximo favorito para colgarse la medalla de oro.
Reggie Miller (Indiana Pacers), Paul Pierce (Boston Celtics), Ben Wallace (Detroit Pistons), Shawn Marion (Phoenix Suns) y Jermaine O’Neal (Indiana Pacers), entre otros, seguían conformando la base de un conjunto que parecía imbatible.
Argentina estaba en un auténtico proceso de construcción. Con el cordobés Magnano como DT, ya había dado muestras de su potencial un año antes, en agosto de 2001, cuando se adjudicó en forma invicta el PreMundial de Neuquén (10-0).
Ya el bahiense Emanuel Ginóbili se erigía en algo más que una promesa del básquetbol argentino y había asegurado su ingreso a los San Antonio Spurs, que lo habían elegido para la NBA, a partir de dos maravillosas temporadas en la Kinder Bolonia italiana (2000-2002).
También estaban jóvenes figuras que emergían como Luis Scola, Andrés Nocioni, Fabricio Oberto y Juan Ignacio ‘Pepe’ Sánchez, quien era el único representante de la filosofía NBA, si se quiere, a partir de haber llegado al mejor universo basquetbolístico, procedente desde la Universidad de Temple.
El equipo argentino había arrancado en forma demoledora su participación en Indianápolis: le ganó sucesivamente a Venezuela (107-72), Rusia (100-81), Nueva Zelanda (112-85), China (95-71) y Alemania (86-77).
Una eventual derrota ante el Dream Team norteamericano dejaría al equipo de Magnano en el segundo lugar del grupo F y hubiese derivado en que Yugoslavia (campeón mundial vigente) fuese el rival en el cruce de cuartos de final. Nada aconsejable.
“Era el partido (contra los EE.UU.) que podías dejar pasar. Porque teníamos la tranquilidad de que todos perdían con ellos. Pero desde el cuerpo técnico lo preparamos como para ganarlo”, dijo el bahiense Sánchez, uno de los encargados de otorgarle fluidez al juego en ese elenco argentino que pasó a la historia.
“Rubén (Magnano) sabía perfectamente lo que cada uno de nosotros podíamos dar. Llegamos a un nivel tan alto que parecíamos la mejor Serbia de cualquier época en el básquetbol FIBA”, comparó tiempo después el exjugador de Philadelphia Sixers, Detroit Pistons y Atlanta Hawks ante los micrófonos de ESPN.
El propio entrenador contó la manera en qué incidió para que sus jugadores asumieran el compromiso como una final: “Lo nuestro fue insuflarle al grupo la confianza necesaria para que jugaran de igual a igual”, dijo el actual DT del seleccionado de Uruguay.
“Éramos concientes contra quién íbamos a jugar. Sólo estábamos mentalizados en tratar de competir mano a mano” agregó el estratega cordobés, de 67 años.
“Uno esperaba una charla liviana, pero veía que el técnico le indicaba a cada uno de nosotros cómo debíamos marcar a los rivales, en qué sector de la cancha. Ahí nos dimos cuenta que preparábamos el partido como para ganarlo”, confesó el entrerriano Leandro Palladino, de 46.
El equipo argentino inició el juego y mostró sus atributos: defensa agresiva, intensidad para atacar y correr la cancha con determinación. Así sorprendió al encumbrado rival, a punto tal que al cierre del primer cuarto se imponía por 34-21.
En el segundo segmento, los ingresos de Scola y Nocioni le dieron una renovación necesaria al equipo y, en un momento determinado, el marcador en el Conseco Fieldhouse revelaba la paliza: Argentina 52-USA 32.
“Les sacamos una diferencia de 20 y me dije para adentro: ¿En qué momento van a reaccionar estos tipos?” evocó ‘Chapu’ Nocioni. El cierre del primer período terminó con 16 puntos de diferencia (53-37) en favor de los albicelestes.
El segundo tiempo fue distinto. El conjunto local ajustó piezas y buscó revertir la historia con una mayor agresividad en la marca.
“Empezaron a apurarnos mucho y nos frustramos. Era lógico que ellos remontaran el resultado”, consideró Ginóbili, quien fue el goleador argentino esa noche con 15 unidades.
Sin embargo, el equipo sudamericano nunca perdió el control ni la calma y la ventaja fluctuó entre los 8 y 12 tantos.
“Estando 10 puntos arriba, a falta de 2 minutos, todavía pensaba que EE.UU. lo podía ganar. Es que eso representan ellos en el universo del básquetbol mundial, un conjunto invencible”, recordó ‘Pepe’ Sánchez (45), hoy encargado de la conducción del club Bahía Basket en la Liga Argentina.
“Estados Unidos nunca estuvo cómodo. Ese fue nuestro mayor mérito. Los desgastamos y le terminamos ganando con justicia” indicó el cordobés Oberto (47), luego integrante de San Antonio Spurs, Washington Wizards y Portland Trail Blazers.
El triunfo representaba para el combinado argentino haber otorgado el mayor cimbronazo basquetbolístico de la historia, pero el equipo se había juramentado ir hasta el final.
“A las 24 horas había que jugar contra Brasil en cuartos de final. Festejamos una hora y ya pusimos la cabeza en lo que venía”, relató el santafesino Nocioni.
“Me acuerdo que les dije: ‘Entramos en la historia, ahora vayamos por la gloria’”, contó Magnano respecto de una charla que mantuvo con los jugadores, tras la resonante victoria.
Sin dudas, la imagen que la mayoría de los integrantes del equipo todavía conservan en sus retinas es el momento de ingreso al hotel en el que se alojaban en Indianápolis y el resto de las delegaciones aplaudiéndolos y saludándolos por el triunfo.
“Habíamos logrado lo que todos hubiesen querido: vencer a los imbatibles jugadores de la NBA. El respeto del par es siempre importante para cualquier atleta. Ayuda a valorar lo logrado”, remarcó Ginóbili (45).