El arquero Agustín Marchesín finalmente llegó a Boca a sus 36 años, el club que soñó defender durante toda su vida. En su debut ante Huracán en la Bombonera, el arquero dejó una gran impresión y reconoció la importancia de este desafío: “Siempre tuve el deseo y las ganas de jugar acá. Es el desafío más importante de mi carrera”.
Con una extensa trayectoria y pasado en la Selección Argentina, el oriundo de San Cayetano aseguró que su llegada al “Xeneize” es un logro tanto personal como familiar.
La llegada de Marchesín no fue sencilla ya que Gremio, su anterior club, no quería desprenderse de él debido a sus grandes actuaciones. Sin embargo, el arquero tuvo un papel clave en la negociación y aunque destacó el respeto y el cariño que recibió en Brasil, también dejó en claro en la entrevista a TyC Sports, su determinación de jugar en Boca: “Les dije que era un sueño personal y que no iba a salir peleado con nadie porque siempre me trataron muy bien. Pero era una oportunidad muy grande para mí y toda mi familia”.
El arquero tuvo múltiples oportunidades de llegar al “Xeneize” en el pasado, pero distintas circunstancias impidieron su arribo. En 2016, cuando Guillermo Barros Schelotto era el entrenador, Boca intentó ficharlo, pero Santos Laguna se negó a transferirlo: “Era un sueño que no se estaba dando, pero siempre fui respetuoso con las instituciones en las que estuve. A veces es difícil, pero nosotros somos trabajadores y queremos lo mejor para el club en el que estamos”.
Su arribo al conjunto de la Ribera no solo representa un gran salto en su carrera, sino también la posibilidad de consolidarse en un arco que en los últimos tiempos tuvo varios nombres. Su experiencia internacional, sumada a su liderazgo y jerarquía, lo convierten en una pieza clave para el equipo de Fernando Gago y con el respaldo de la hinchada y la confianza del cuerpo técnico, Marchesín buscará dejar su huella en el club de sus amores.
Para Boca, su incorporación significa sumar un arquero de prestigio, con recorrido en el fútbol europeo y sudamericano. Para Marchesín, es la concreción de un anhelo postergado, una última gran oportunidad de defender el arco azul y oro y cumplir el sueño que lo acompañó durante toda su carrera.