Muchos se llenaron de ilusiones y sueños por cumplir y pocos lo pudieron hacer realidad. En Santiago del Estero, en las viejas épocas era muy difícil emigrar a otros lados. El fútbol era una vía de escape. Había muchos potreros y allí pasaron innumerables grandes jugadores que tenían condiciones para ir a jugar en clubes grandes. La historia de Claudio Leonardo Rodríguez es otro de los particulares relatos que se pueden contar y también aprender.
Sus inicios fueron de la mano del gran Anibal Romano, captador de jugadores por la zona del 8 de abril, donde jugó los tradicionales baby futbol en la cancha del club París y para “depositarlos” mas tarde en el club Mitre.
Lo apodaban “Rattin” porque al nacer, uno de los familiares le dijo a su padre, “es parecido a Rattín”, en alusión al jugador de Boca Antonio Rattín.
En el barrio siempre le decían Rattín. Debutó en Mitre a los 15 años y rápidamente comenzó a mostrar su endiablado juego. Y por eso Boca fue su primera prueba. Se presentó en una de esas pruebas que hicieron cerca de su casa y el club xeneize directamente, obviamente algunos meses mas tarde, fue a buscarlo directamente a su casa.
Y allí empezó un tire y afloje con Mitre (dueño de su pase) porque el club aurinegro no quería cederlo, situación que finalmente se pudo destrabar.
Pero después había otra “traba”: el servicio militar.
En un diálogo que mantuvo con El Clarín, Rodríguez contó: Hice los dos meses de instrucción en Bahía Blanca y estaba por tener que ir a Tierra del Fuego, pero al final me mandaron a Buenos Aires, al edificio Libertad”.
Boca pudo servirle de “puente” y por eso su estadía entre los militares fueron más estables.
“En esos meses del alta en el Servicio no podía jugar en Boca. En ese momento conseguí -siempre por medio de mi viejo, que se encargaba de eso- que la Marina me autorice a jugar porque yo ya no pertenecía a Mitre ni a nadie, sino al Estado. Entré en un partido de Cuarta contra Estudiantes faltando un minuto, agarré el rebote de un córner y rompí el arco de un derechazo. Ahí comenzó todo”, comentó.
Y un día todo comenzó a encarrilarse.
Una tarde, el Suboficial Carballo, que era mi superior, estaba mirando el diario Popular, donde salían todas las síntesis de las Inferiores. ‘Mire qué casualidad -me dice-. Acá en la Cuarta de Boca hay un jugador con su mismo nombre y apellido que hizo un gol en el último minuto’. Cuando le dije que era yo, no lo podía creer”, su superior era fanático de Boca y comenzó a darle días libres para poder jugar. “En Primera debuté un domingo contra Gimnasia, encima hice un gol, y al otro día salí de baja del Servicio. Llegué al edificio Libertad y entre todos me hicieron una fiesta”, recordó.
Y cuando comenzó a estar en la Primera, de la mano del “Cai” Aimar, pude hacer un tridente ofensivo con Diego Latorre y Gabriel Batistuta. “Pero al tiempito vino el Maestro Tabárez y no jugué casi nunca porque me tenía de punto. El día que asumió, yo estaba en Santiago porque mi mamá había tenido un accidente. Cuando volví, me llamó para charlar. ‘No sabía que usted estudiaba medicina’, me tiró. Yo no entendía nada. ‘¿Para qué fue hasta Santiago si usted no puede hacer nada? Fue para estar sentado en una silla al lado de la cama de su madre. A usted lo necesitan acá para ganar plata y dar soluciones’, me dijo. Y desde ahí ya quedé marcado”, explicó.
Por cierto, hay un detalle que hay que remarcar. Su apodo con la llegada a Boca pasó de Rattín a ser “Rata”.
Participó de antológicos partidos con la casa xeneize. Ganó clásicos y perdió partidos increíbles como aquel contra Newell´s, la final en La Bombonera, un 9 de Julio de 1991, hasta tuvo la mala suerte de errar un penal en la serie que finalmente quedó para los rosarinos donde en ese equipo estaba otro santiagueño: Juan Carlos “Pollo” Roldán.
En total, Claudio Rodríguez disputó 52 partidos en Boca, anotó 8 goles y ganó la Copa de Oro Sudamericana 1993. Luego, su carrera tuvo pasos por Universidad de Chile, Alvarado, San Martín de Tucumán, Atlético Tucumán, Nueva Chicago y Douglas Haig hasta que llegó a Bolivia en el 2000. Desde entonces vive en Santa Cruz de la Sierra. Actualmente es técnico del Deportivo Cooper, equipo del ascenso boliviano. Antes de encontrar su lugar en el mundo, tuvo que vivir días oscuros.
En 2004, al Rata lo detuvieron en la Frontera con Salta por supuesta tenencia de droga. Pasó en la cárcel 20 meses: “Me hicieron una cama para sacarme plata y quedó declarado; me gasté más de 40.000 dólares entre abogados y papeles”, recordó. Y así detalló lo vivido: “Yo iba de viaje en micro a Santiago. Cuando mostramos los papeles en la frontera me dicen que espere. Unos días atrás habían secuestrado una encomienda a nombre de un tal Claudio Rodríguez que tenía 6 kilos de cocaína. Yo viajaba con una mochila. La valija secuestrada iba para Tucumán. Cuando me llevaron la maleta ya estaba abierta y con la droga adentro; así que hasta el procedimiento fue errado. En los medios salió que yo viajaba en una camioneta y que me habían perseguido más de 300 kilómetros. Una locura. Yo les decía que mi nombre era Claudio Leonardo Rodríguez y que la valija estaba a nombre de Claudio Rodríguez. Los jueces y la Gendarmería habían metido la pata y no se querían exponer. Me condenaron y me mandaron al penal de Villa La Rosa. Un interno del penal me dijo que pidiera un defensor público y en unos meses salí libre de culpa y cargo. Llamaron a la chica que había despachado la encomienda y dijo que yo no era Claudio Rodríguez, que el de la valija era un hombre grande y canoso”.
¿Cómo fueron sus días en la cárcel? “Hacíamos torneos de fútbol y compartíamos mucho con los internos. Pero se hizo largo el tiempo. Mi familia estaba en Bolivia y mis padres en Santiago. Lo peor era cuando se terminaban las visitas y veía a todos irse caminando. Esos momentos fueron duros”.