A seis años de la muerte del paraguayo Roberto Cabañas, ídolo de Boca

Hoy, 9 de enero, se cumplen seis años de la muerte repentina de Roberto Cabañas. El delantero paraguayo dejó un recuerdo imborrable en Boca, donde se erigió como ídolo principalmente por sus actuaciones en los Superclásicos ante River, a quien enloqueció no solo dentro de la cancha sino también afuera con sus declaraciones.

El exfutbolista falleció a los 55 años por un problema cardíaco y así se marchó uno de los jugadores más queridos por la hinchada del Xeneize. A La Ribera llegó en 1991, con 30 años, y rápidamente evidenció que era un jugador hecho a la medida de Boca. Su verborragia y personalidad parecían haber sido moldeadas para calzarse la azul y oro. Era potente, de buen cabezazo y un especialista dentro del área. También recurría a las mañas y utilizaba los codos para deshacerse de los marcadores.

En el Xeneize estuvo cinco años y disputó 67 partidos oficiales, en los que convirtió 18 goles y levantó dos títulos, el Torneo Apertura 1992 y la Copa Máster de ese mismo año. Aquel certamen local obtenido bajo el mando de Óscar Washington Tabárez sirvió para cortar una sequía de 11 años y Cabañas resultó fundamental al convertir siete tantos en 17 presentaciones.

Su historia en los superclásicos comenzó en el torneo de verano de 1992, cuando convirtió un golazo en Mar del Plata en el que patentó su clásico bailecito de festejo y que sirvió para ganarle por 2-1. Incluso, terminó su etapa invicto ante el Millonario y aún se lo recuerda por sus provocaciones en la previa a cada compromiso que desembocó en enfrentamientos especialmente con Hernán Díaz y Sergio Berti.

Al Xeneize arribó tras un largo recorrido en el fútbol en el que vistió las camisetas de Cerro Porteño de su país, América de Cali de Colombia, Olympique Lyon y Stade Brestois de Francia, y el Cosmos de Nueva York. Luego, su carrera continuó con pasos por Ecuador, Colombia y nuevamente en Paraguay. Además, representó a su selección en el Mundial de México 1986 y ganó la Copa América 1979. Su temprana muerte sorprendió y entristeció al mundo del fútbol, pero su huella en La Boca quedará indeleble para siempre.

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